Partiendo del principio indiscutible de que el humano es un animal más, deberíamos plantearnos una cuestión, todavía sin respuesta, para explicar donde estriba la diferencia a nivel político, legislativo y ciudadano, entre los animales razonablemente protegidos por normativas proteccionistas como los de compañía y la pléyade de los que no lo son, como los salvajes, salvo excepcionalmente, de manera superficial, interesada y no siempre sincera, existiendo en el fondo y en la forma, una especie de “discriminación” entre unos y otros, Y sin embargo con todos ellos compartimos el 90% del ADN .
Sin más preámbulos y poniendo sobre la mesa el debate, nosotros entendemos por animales tanto los de compañía que conviven con nosotros, como los salvajes que viven en sus hábitats naturales. Ambos dependen del hombre para su supervivencia en mayor o menor grado, pero con una diferencia: los primeros están domesticados y humanizados por miles de años de coexistencia y son normalmente atendidos, alimentados y queridos, mientras que los segundos que no pueden vivir con el hombre, entre otras cosas por no haber pasado por el proceso indispensable de la domesticación, permanecen cautivos en zoológicos, esclavizados y explotados en circos y espectáculos, comercializados como animales exóticos sin las debidas garantías para su correcto mantenimiento ,etc…. Y lanzo la pregunta ¿existe realmente el “especismo” animal ante la protección de unos y el presunto abandono de otros? ¿ Porqué es delito maltratar o matar un perro o un gato y no lo es si el objeto a maltratar es una iguana, una serpiente o un mono?
Señalemos el gran paso que ha supuesto la ampliación del Código Penal incorporando el castigo por maltrato o la muerte de un animal de compañía sin razón ni motivo, pero se ha pasado por alto a los que también lo necesitan. Los animalistas debemos alzar la voz contra esa discriminación o especismo animal, pues todos, domésticos y salvajes, merecen ser iguales ante la ley. Es indudable que nos sentimos más inclinados a apoyar iniciativas protectoras para los animales que nos son más próximos, pero ello no es razón para dejar de lado al resto. En pleno siglo XXI es llegado el momento de unificar criterios en la lucha de romper la barrera de nuestra especie, aunando esfuerzos en la persecución de objetivos claros y comunes, sin que unas simples “migajas” destinadas a aquietar nuestros soliviantados ánimos por lo que vemos y oímos sobre la situación de los mal llamados irracionales nos contenten y satisfagan. El propósito final es la paridad legal para todos los animales que con nosotros comparten vida e intereses, para que sean reconocidos mínimamente como seres sensibles , dotados de capacidad de sufrir, relegándolos del olvido que no deja de ser otra forma de crueldad.
Pongamos un ejemplo del mencionado olvido en que se ven abocados los animales que por su lejanía no nos son visibles: los incendios devoran en España cada año, miles de hectáreas de montes y bosques. Los medios de comunicación calibran los daños económicos y medioambientales producidos y el impacto ecológico ¿y quién se acuerda de la ingente cantidad de seres vivos de todas las especies que mueren achicharrados entre las llamas? ¿Es que los millares de cuerpos calcinados por el fuego no son noticia? Pues parece que no.
Emilia Pastor
Presidenta