Los animales como nosotros, sienten y sufren. La única diferencia reside en que están incapacitados para denunciar las injusticias y explotación de que son objeto. De ahí que intentemos ser su voz. Si añadimos que la lucha por erradicar el sufrimiento y dolor, venga de donde venga, debería ser un fin en sí mismo, el hecho de defender a los animales cobra sentido. Sumemos a esto que no hay un dolor para los animales y otro para las personas.
Es el mismo dolor y tiene las mismas consecuencias, sea cual fuere la especie que lo experimenta, por lo que la piedad y el respeto deben aplicarse a toda criatura viviente y no sólo al género humano. Su vida, por tanto, no puede ni debe depender de la compasión de unos pocos, como hasta ahora, sino de la justicia de todos.
“PROTEGER A LOS ANIMALES NOS HACE MÁS HUMANOS”